Está claro que por mucho que queramos atrás quedó EUDLF hace mucho, pero entiendo que todo en la vida cambia ... en ocasiones a mejor, y en otras a peor.Saludos.
Está claro que por mucho que queramos atrás quedó EUDLF hace mucho, pero entiendo que todo en la vida cambia ... en ocasiones a mejor, y en otras a peor.
Corría el año 2.002 cuando el Martes Santo le andube cagrejeando desde Orfila hasta la entrada en El Duque. A los que nos gusta esto, disfrutamos andando como los cangrejos delante de los pasos. De aquellas, aún no sacaba nada el Martes Santo y podía disfrutar de todas las cofradías en la calle. Dispuestos a salirnos de la bulla de delante del paso, un nazareno de la presidencia, bajito y entrado en edad (por lo que se podía intuir por las arrugas del rostro que los agujeros del antifaz dejaban ver) nos paró y nos regaló una estampita del Señor. Tras darle las gracias, le di la vuelta y en aquel momento sentí cuál era el sitio de esa estampa. Al llegar al coche, tras una jornada agotadora, saqué la estampa de la cartera y la puse en una de las uniones de las piezas decorativas del coche ... y ahí ha permanecido hasta hoy, día en que mi coche ha pasado a mejor vida.Mi coche era único y emblemático allá donde quisiera que fuese. Cuántos recuerdos, cuántos momentos vividos, cuántas emociones y cuántos lamentos, cuántos cielos de estrellas divisados por su particular techo solar, cuantos transportes de insignias, enseres y altares, cuántos kilómetros para ver o sacar cofradías, para rezarle cerquita al Señor de Sevilla o a la Reina de las Marismas, para disfrutar de una tarde de playa o para disfrutar de dos mellizas que me alumbran cada mañana ... y un largo etcétera. Siempre conmigo, siempre con una ropa en el maletero por si hiciera falta en un caso extremo y hubiera que sacar cualquier paso, con papeles llenos de proyectos, con planos obsoletos pero llenos de cariño.
Andaba de curso en Madrid con una compañera conocedora de mi pasión por Sevilla y por el Maestro. En los ratos libres, como es lógico, salíamos de turismo. Buscando el hotel para descansar nos adentramos en las tripas del Metro siendo sorprendente que tomábamos en aquel momento la línea de la que habla Sabina en su canción. Ni corto ni perezoso me dispuse a entonarle como mejor pude aquel estribillo que dice: "Tirso de Molina, Sol, Gran Vía ..." poco más pude cantar pues en breve me saltó con lo de siempre, "ya estás con el Joaquinito ese", "te va a dar algo chiquillo" ... yo seguía a lo mío a la par que dos jóvenes vagabundos nos sacaban algunas perras para un billete a Barcelona. Casualidad que estos jóvenes de mala pinta subiesen codo con codo con nosotros al vagón, cosa que produjo cierta inquietud en mi compi (es lo que nos suele pasar cuando sentimos "peligro"). Lejos de la realidad, y al parar en la siguiente estación estos jóvenes, haciendo honor a su condición alzaron la voz y entonaron aquello mismo que hacía pocos minutos tuve el valor de cantarle a esta niña.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo e hizo que se me saltaran dos lágrimas que recorrieron mis mejillas ... y es que me di cuenta de primera mano de aquello que siempre me dice un buen amigo e instructor en este Genio: "Sabina es tan grande que llega hasta donde menos lo esperas". Cierto, ¿quién me iba a decir que en las entrañas madrileñas iba a sentir al Maestro más vivo que nunca?.
A Dama y a Gata que está en lo cierto, ya que yo la primera vez que lo vi pensé que sería la última (estaba bastante perjudicado) y desde entonces me faltan dedos para contar las veces que lo he visto ... de cerca, de lejos, con más y menos gente.