martes, 13 de mayo de 2008

Carta a un Amigo

Hoy, que celebramos ya Pentecostés, y que siento la Semana Santa como algo que pasó hace ya mucho tiempo, la vena cofrade me sube de nivel y la melancolía me llena de recuerdos y quiero compartirlos contigo. Bien sabes mi misión de los dos últimos Martes Santo, el primero truncado por la lluvia y este último glorioso con la satisfacción del deber cumplido: ser los pies de un Cirineo para un Cristo que con silueta morena se pasea una tarde cada año con la intención de Evangelizar al modo que más nos gusta, o lo que es lo mismo, sentirme costalero como pude aprender de mi padre, y sentir la satisfacción de cumplir con un oficio para el que el mismo Dios nos creó. Y es que, como dice Antonio Santiago, el saliente que Cristo nos puso en la séptima vértebra cervical no tiene otro cometido que poder pasear a Dios y su Santísima Madre al sevillano modo.
La chicotá que te enlazo pertenece a uno de los tramos que por un motivo u otro no son de especial convocatoria de público. Quizás por la hora y tratarse de un día laboral, o la escasez catecúmena del pueblo, acomodado y falto de Dios. Cualquiera que sea el motivo me entristece, pero poco me importa. En esos momentos es donde hay que demostrar el oficio y cumplir con Él. En la chicotá que ahora verás, llegado a la altura en la que unos ancianos impedidos esperaban el paso de la cofradía mantuvimos al Señor sobre los pies para que lo disfrutaran un ratito y le rezaran sus oraciones.
Se me viene a la mente el Señor de las Penas de la Estrella de Triana a su paso por Tetuán y a su Capataz, Manolito Vizcaya (gran amigo de tu buen amigo que tiene y ostenta el orgullo de sentirse Costalero debajo de ese misterio), que le decía a sus costaleros: "no correr con Él, que la gente que lo está viendo lleva un año esperando para rezarle en las calles de Sevilla"; el mismo Cristo que un 28 de enero te decían que la primera de las levantás en la capilla se dedricaría al mejor de tus maestros.
Está claro, y ya lo decía Ruiz Mantero, que en los tiempos que corren poco hay más evangelizador y poco acerca más al pueblo a Dios que una cofradía. Y créeme ... poco me satisface más que poder cumplir debajo de un paso. Como costalero que eres, bien sabes lo que debajo de un paso se siente y se vive; si bien es cierto que cada año, aunque el paso, la gente, y las calles son lo mismo, cada año tiene una connotación especial. Bien por el estado de ánimo, o por tu propia situación personal, o porque quieres acercarte a Él en una meditación íntima y sufrida por un motivo u otro.
El martes santo de este año venía cargado de ilusiones ... y deberes. Satisfacción de ver por primera vez a mis sobrinas cumpliendo con el oficio sacro y poder hacer pública una oración por ellas con el permiso de la cuadrilla, más aún después de un año de lluvia. Oración por mi abuela, al menos para que sus últimos días fueran con la mejor calidad de vida posible, y a día de hoy, amputada, pero podemos decir que goza de salud, ofrecimiento de mi estación de penitencia para aliviar las penas y males de familiares y amigos. Y deberes ... deber de pedirle por tu padre, para que lo guarde siempre en su gloria y bien cerquita de Él, para que os transmita la fuerza y el corage suficiente como para seguir adelante en esta vida que nos toca vivir llena de obstáculos y zancadillas.
Cuando se arría el paso en el templo experimento un vacío que en poco se llena. Vacío porque un año de espera es mucho para que en unas horas todo se acabe, y lleno porque me reconforta la sensación que al principio describía: la satisfacción de haber cumplido con el deber como costalero, y con la esperanza de que podré experimentar similares sensaciones tantos años como Él quiera tenerme entre los elegidos para pasearle.
En realidad poco puedo decirte a cerca de el por qué de esto que hoy te comento. Por qué te escribo esto. Quizás la respuesta esté en que hoy celebramos la venida del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad, que junto con el Padre y el Hijo llenaron de fuerza y energía a los primeros discípulos para seguir evangelizando después del gran vacío que provocó la pérdida de Dios hecho hombre.
Espero, Amigo, que esta Pascua pasada y este Pentecostés llenen en especial a ti y tu familia y os hagan fuertes para seguir adelante a pesar de las Amarguras que os tocan vivir.
Un fuerte abrazo.

lunes, 5 de mayo de 2008

Caballo de Cartón








Andaba de curso en Madrid con una compañera conocedora de mi pasión por Sevilla y por el Maestro. En los ratos libres, como es lógico, salíamos de turismo. Buscando el hotel para descansar nos adentramos en las tripas del Metro siendo sorprendente que tomábamos en aquel momento la línea de la que habla Sabina en su canción. Ni corto ni perezoso me dispuse a entonarle como mejor pude aquel estribillo que dice: "Tirso de Molina, Sol, Gran Vía ..." poco más pude cantar pues en breve me saltó con lo de siempre, "ya estás con el Joaquinito ese", "te va a dar algo chiquillo" ... yo seguía a lo mío a la par que dos jóvenes vagabundos nos sacaban algunas perras para un billete a Barcelona. Casualidad que estos jóvenes de mala pinta subiesen codo con codo con nosotros al vagón, cosa que produjo cierta inquietud en mi compi (es lo que nos suele pasar cuando sentimos "peligro"). Lejos de la realidad, y al parar en la siguiente estación estos jóvenes, haciendo honor a su condición alzaron la voz y entonaron aquello mismo que hacía pocos minutos tuve el valor de cantarle a esta niña.


Un escalofrío recorrió mi cuerpo e hizo que se me saltaran dos lágrimas que recorrieron mis mejillas ... y es que me di cuenta de primera mano de aquello que siempre me dice un buen amigo e instructor en este Genio: "Sabina es tan grande que llega hasta donde menos lo esperas". Cierto, ¿quién me iba a decir que en las entrañas madrileñas iba a sentir al Maestro más vivo que nunca?.


A Dama y a Gata que está en lo cierto, ya que yo la primera vez que lo vi pensé que sería la última (estaba bastante perjudicado) y desde entonces me faltan dedos para contar las veces que lo he visto ... de cerca, de lejos, con más y menos gente.